jueves, 13 de febrero de 2014

El luto en los ojos


El proyecto “Arqueología entre Cenizas” nace de una experiencia límite que tuvo lugar el mes de agosto del 2012 en la provincia de Málaga. Era un día especialmente caluroso con mucho viento, el cielo estaba despejado a modo de tabla azul, siendo visible desde más de cuatro kilómetros una densa nube negra que se desplegaba del horizonte. La nube no auguraba nada bueno, saltando en ese mismo instante a mi retina tantas otras nubes negras que han sido causa de insomnio.  


El 30 de Agosto del 2012 parte de mi vida se evaporó en
forma de cenizas.

“La gente ha vivido una sentencia de muerte sin
poder hacer nada” ( El País, Madrid, 31 agosto)

Las llamas desde distintos frentes se aproximaron voraces a la localidad malagueña de Ojén alrededor de las tres de la mañana. Una hora antes, según narra José Antonio Gómez, alcalde de la localidad, el fuego les hizo retroceder y no les dejó más opción que hacer todo lo posible para salvar las vidas de los vecinos.

En mi caso fue la finca familiar la que se quemó, lugar de muchos encuentros, recuerdos e ilusiones. Sitio donde hemos pasado veranos enteros, donde además mis padres habían montado su sustento económico y treinta años de vida. De un plumazo todo lo que has creado se convierte en cenizas y vuela en el aire, tu autoestima y tu capacidad de reflejo quedan en suspenso, todos levitamos en el aire y aguantamos la respiración ante esta tragedia. La reacción frente a una circunstancia así es desconcierto e incredibilidad.
Así nos sentíamos todos, atónitos mirando las cenizas, el campo teñido de luto, el cielo con enormes nubes negras que parecían tempestades dignas de W. Turner. Después de tal caos, solo nos queda la reflexión, el asombro y poner los ojos como platos: ver para creer. Fue, sentada en el bordillo de la carretera cámara en mano, viendo en la retina de mis padres el reflejo negro de todo lo que nos rodeaba, cuando me di cuenta, que como con todos los duelos internos, cada uno de nosotros lo llevaría de un modo diferente, pero todos
pasaríamos por los cuatro estados: las clásicas fases del duelo. (Desolación; tristeza, ira, dolor; fragilidad; aceptación)


“Iban a contemplar los campos, levantaban
los ojos al cielo y luego volvían sobre sus pasos,
ensimismados. Erraban de un lado al otro. Sus
miradas perdidas recorrían la tierra natal. En
el fondo de sus pupilas ardía un ascua.”

Dib, M.; 1995; pág.: 45