Proyecto Arqueología Entre Cenizas

 IV. Fragilidad. Entretejiendo los mapas del momento 
 V. Aceptación. Se cierra el círculo con la evidencia
 VI. Epílogo.


SINOPSIS del PROYECTO


“Arqueología entre cenizas” es un proyecto pluridisciplinar que nace a raíz de un suceso traumático que tuvo lugar hace casi once meses en el incendio de Málaga. Durante este tiempo he profundizado no solo técnica sino conceptualmente.

Busco, escuchando los ecos del pasado, una forma de convivir con una nueva realidad personal: un incendió arrasó una enorme parte de mi vida. Navegaremos por los campos del desconcierto, la ira, el dolor hasta llegar a un estado de aceptación de la realidad.
Las fases son mentales y sentimentales, aunque aquí las plasme plásticamente experimentando y proyectando esas sensaciones a través de la fotografía, el vídeo, la escultura, el dibujo o la palabra. Este trabajo es una forma de convivir y asumir esta nueva realidad.

En el proyecto “Arqueología entre cenizas” he dado prioridad a los procesos, a la experimentación técnica y creativa, aunando, organizando y posibilitando una lectura completa de las cenizas de mi vida.

El proyecto “Arqueología entre cenizas”  nace de una experiencia límite que tuvo lugar el mes de agosto del 2012 en la provincia de Málaga. Era un día especialmente caluroso con mucho viento, el cielo estaba despejado a modo de tabla azul, siendo visible desde más de cuatro kilómetros una densa nube negra que se desplegaba del horizonte. La nube no auguraba nada bueno, saltando en ese mismo instante a mi retina tantas otras nubes negras que han sido causa de insomnio.



El 30 de Agosto del 2012 parte de mi vida se evaporó en forma de cenizas.



“La gente ha vivido una sentencia de muerte sin poder hacer nada” 
(El País, Madrid, 31 agosto) 




Las llamas desde distintos frentes se aproximaron voraces a la localidad malagueña de Ojén alrededor de las tres de la mañana. Una hora antes, según narra José Antonio Gómez, alcalde de la localidad, el fuego les hizo retroceder y no les dejó más opción que hacer todo lo posible para salvar las vidas de los vecinos.


En mi caso fue la finca familiar la que se quemó, lugar de muchos encuentros, recuerdos e ilusiones. Sitio donde hemos pasado veranos enteros, donde además mis padres habían montado su sustento económico y treinta años de vida. De un plumazo todo lo que has creado se convierte en cenizas y vuela en el aire, tu autoestima y tu capacidad de reflejo quedan en suspenso, todos levitamos en el aire y aguantamos la respiración ante esta
tragedia. Como es de imaginar, esta experiencia ha causado una huella y un impacto en la población imborrable, un poso que cargarán con ellos de forma constante para siempre. La reacción frente a una circunstancia así es desconcierto e incredibilidad. Así nos sentíamos todos, atónitos mirando las cenizas, el campo teñido de luto, el cielo con enormes nubes negras que parecían tempestades dignas de W . Turner . Después de tal caos, solo nos queda la reflexión, el asombro y poner los ojos como platos: ver para creer.

Fue, sentada en el bordillo de la carretera cámara en mano, viendo en la retina de mis padres el reflejo negro de todo lo que nos rodeaba, cuando me di cuenta, que como con todos los duelos internos, cada uno de nosotros lo llevaría de un modo diferente, pero todos pasaríamos por los cuatro estados: las clásicas fases del duelo. (Desolación; tristeza,
ira, dolor; fragilidad; aceptación)



“Iban a contemplar los campos, levantaban los ojos al cielo
y luego volvían sobre sus pasos, ensimismados. Erraban de
un lado al otro. Sus miradas perdidas recorrían la tierra
natal. En el fondo de sus pupilas ardía un ascua.”

 Dib, M.; 1995; pág.: 45